Pronto concluirá el 2024 y, como es usual, corresponde pasar balance al año que terminará para valorar logros, avances, enseñanzas y expectativas en lo que respecta a asuntos públicos de interés colectivo y hasta de resultados del período en el libro de vida de cada ciudadano, con derechos y deberes.
En comparación con la situación de la democracia en el vecindario latinoamericano, República Dominicana marca signo de avances por cuanto se mantiene la estabilidad política, hubo elecciones generales sin contratiempos y, por otro lado, los resultados económicos ratifican un vigoroso crecimiento.
Esa combinación es un atractivo para la inversión extranjera que también contribuye a la dinámica socioeconómica y muestra una tendencia positiva sostenida, según datos que aporta el Banco Central, que evidencian la robustez en sectores de turismo y remesas, junto a la estabilidad cambiaria, punto clave.
El Ministerio Público y el Poder Judicial, como tales, tienen desempeño bajo cuestionamiento ciudadano a juzgar por el balance, que aparenta atascado, de sonoros casos de corrupción administrativa, sobre todo de la Era del PLD, que caminan a paso de tortuga en un sistema favorable a olvidar con el tiempo.
El Poder Legislativo, ahora de composición mayoritaria del oficialismo, sigue endeudado con la población por la mora en actualizar leyes claves para el avance en democracia, como el ejemplo emblemático del código penal, aunque la Asamblea Revisora reformó la Constitución y petrificó el continuismo.
El Poder Ejecutivo, en un sistema presidencialista, fue el más dinámico, con avances en el afán abinaderista por adecentar el ejercicio de función pública con transparencia y honestidad, tarea en que aparenta estar solo, y con espíritu de múltiples reformas simultáneas que dependen de consensos de élites fácticas.
Con luces y sombras, casi al bajar el telón, este es mi balance de 2024.