9 Diciembre 2025

Bullying

Teleuniverso

Un fenómeno social, emocional y neurológico que puede prevenirse si sabemos detectarlo a tiempo.

El bullying ya no puede considerarse un “conflicto escolar” ni un simple problema de disciplina, debido que en la actualidad también podemos encontrarlo en las empresas, lo conocemos como acoso laboral (mobbing).

Hoy sabemos, gracias a estudios en neurociencia y psiquiatría, que el acoso sistemático deja huellas medibles en el cerebro, altera la química cerebral, deteriora la regulación emocional y aumenta significativamente el riesgo de ansiedad, depresión, autolesiones y trastornos del desarrollo socioafectivo. A nivel laboral la exposición reiterada a humillaciones, amenazas veladas (gaslighting), desprecio o exclusión, también activa de forma persistente el eje hipotálamo–hipófisis–adrenal (HHA), responsable de la respuesta al estrés observable en el bullying.

Lo ocurrido recientemente (fallecimiento de una menor) pone en evidencia una realidad dolorosa: el bullying es un riesgo letal, no metafórico. Lejos de ser un “juego de niños”, se ha convertido en una emergencia de salud pública. Este fenómeno rompe familias, afecta el desempeño académico, deteriora la salud mental de docentes y daña profundamente la confianza de los niños en el mundo que los rodea. Lo más alarmante: muchos casos pueden detectarse —y evitarse— si conocemos sus señales y sus causas.

¿Qué es realmente el bullying?

La investigación actual define el bullying como una conducta:

  • Intencional: hay intención de dañar o humillar.
  • Repetida en el tiempo, no un conflicto puntual.
  • Con desequilibrio de poder (físico, social, económico, digital o simbólico), Cubillo (2022).

Puede ser:

  • Físico: golpes, empujones, daños a objetos.
  • Verbal: insultos, burlas, apodos degradantes.
  • Relacional: exclusión, rumores, aislamiento social.
  • Ciberacoso: humillaciones, amenazas o difusión de contenido íntimo por redes.

Cuando estos patrones se mantienen semanas o meses, el individuo deja de estar “solo triste”: entra en un estado de estrés crónico con impacto neurobiológico real.

¿Cómo se ve el bullying en la vida real? Señales para no ignorar

Las víctimas: niños y adolescentes con alguna diferencia visible (peso, apariencia física, discapacidad, acento, origen nacional o étnico).

  • Cambio brusco en el deseo de ir al colegio: llanto, excusas físicas, resistencia intensa, disminución del rendimiento académico.
  • Aislamiento, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba.
  • Irritabilidad, llanto fácil, silencios prolongados.
  • Dolor de cabeza, de estómago o molestias físicas recurrentes sin explicación médica clara.
  • Alteraciones del sueño (insomnio, pesadillas) o del apetito.
  • Comentarios como: “nadie me quiere”, “soy un problema”, “sería mejor desaparecer”.

Los agresores: presenta trastornos conductuales y problemas de regulación emocional debido a entornos familiares con violencia, maltrato o modelos autoritarios que le fomentan una búsqueda patológica de poder y dominación para compensar sus sentimientos de inferioridad. Presentando:

  • Necesidad constante de dominar o ridiculizar a otros.
  • Falta de remordimiento cuando hace daño.
  • Búsqueda de “público” para sus acciones.
  • Uso de redes sociales para exponer, humillar o amenazar.

No se trata de “niños malos”, sino de jóvenes cuyos patrones de conducta se han desviado en un entorno que no les educó en empatía ni les puso límites claros.

En el grupo:

  • Risas, silencios incómodos o desvío de la mirada cuando la víctima entra.
  • Normalización de apodos, memes o videos ofensivos.
  • Miedo general a “meternos” para no ser la próxima víctima.
Efectos del bullying en el cerebro y emociones.

El bullying desorganiza a la familia: los padres pueden sentir culpa (“¿qué no vi?”), rabia (“¿por qué el colegio no hizo nada?”) y una mezcla de angustia e impotencia que afecta el clima del hogar.

En la escuela, el impacto va más allá del niño afectado:

  • Aumenta la deserción escolar.
  • Se deteriora el clima de aula.
  • Los docentes también se desgastan emocionalmente, especialmente cuando no cuentan con respaldo institucional.

A largo plazo, la investigación demuestra que quienes fueron víctimas de bullying tienen mayor riesgo de:

  • Depresión y ansiedad en la adultez.
  • Peor desempeño laboral, ausentismo o dificultades para sostener trabajos.
  • Relaciones de pareja más conflictivas o marcadas por dependencia, ZY Han (2025).

El bullying, si no se aborda, cruza etapas: de la escuela al trabajo, de la infancia a la vida adulta.

¿Qué pueden hacer familia y escuela ahora mismo?

  1. Tomar en serio cualquier señal
    Si un niño dice “me están molestando”, la respuesta nunca debe ser “defiéndete tú” o “ignóralos”. Debe activarse un proceso claro de escucha, documentación y acción.
  2. Registrar y documentar
    Guardar capturas de pantalla, mensajes, comentarios, fechas y nombres. Esto ayuda en intervenciones escolares y legales.
  3. Evitar enfrentar al agresor sin apoyo profesional
    El manejo impulsivo puede escalar la situación o exponer más a la víctima.
  4. Buscar ayuda profesional temprana

Consultar con psiquiatría permite evaluar si él afectado por el bullying presenta síntomas de depresión, ansiedad o trauma y diseñar un plan integral:

  • intervención neuropsicológica: terapia cognitivo-conductual (TCC) y terapia familiar, terapia centrada en el trauma (TF-CBT).
  • Terapias para el agresor y testigos:intervención con el agresor y formación de testigos activos.
  • Enfoques Grupales: intervención con el grupo de clases.
  • Enfoque comunitarios: integran a escuelas, familias y organizaciones para crear entornos seguros y empáticos
  1. Exigir protocolos claros al centro educativo
    Las escuelas deben tener rutas de actuación frente al bullying, no respuestas improvisadas.
  2. Programas escolares basados en evidencia, con componentes de educación emocional, mediación de conflictos, formación docente y participación estudiantil.
  • Cada caso requiere un plan individualizado, porque no todos los niños viven el bullying de la misma manera ni arrastran las mismas vulnerabilidades biológicas, psicológicas o sociales.

El bullying, como conducta, no es un diagnóstico psiquiátrico. Pero sus consecuencias sí dan lugar a patologías reconocidas:

  • Trastorno de ansiedad (generalizada, social, de pánico).
  • Depresión mayor.
  • Trastorno de estrés postraumático (TEPT), sobre todo cuando hay agresiones graves o humillaciones extremas.
  • Trastornos de conducta alimentaria, autolesiones, abuso de sustancias en etapas posteriores. ZY Han (2025).

La Organización Mundial de la Salud (2025) recuerda que uno de cada siete adolescentes de 10–19 años padece un trastorno mental, y el suicidio es la tercera causa de muerte entre los 15 y 29 años.

El bullying no es una etapa que “se supera solo”. Es un factor de riesgo potente para trastornos mentales serios, para el fracaso escolar y para la ruptura de proyectos de vida. Pero también es una oportunidad: la de construir escuelas más humanas, familias más conscientes y comunidades que no normalicen la humillación.

Buscar ayuda profesional no es exagerar; es proteger el cerebro, la dignidad y el futuro de nuestros hijos. La salud mental es para todos, y empieza por reconocer que ningún niño debe ir a clase con miedo.

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