5 Diciembre 2025

Hablar Salva Vidas

Porque cuando el dolor no encuentra palabras, el silencio puede ser mortal.

Teleuniverso

El mes de septiembre se conmemora el “Día Mundial para la Prevención del Suicidio” para ser exacto sería el miércoles 10, se dedicará este día a la prevención y educación.

Cada año, cerca de 800,000 personas se quitan la vida en el mundo, según datos de la OMS. Esta cifra alarmante no es solo una estadística: son vidas, familias, historias que se apagan. En muchos casos, el suicidio no es un acto impulsivo, sino el resultado de un sufrimiento emocional profundo y persistente, agravado por el estigma, la soledad y la falta de acceso a atención especializada.

Como psiquiatra con formación en neuropsicología clínica, terapia familiar y alta gerencia, he acompañado a muchos pacientes que han transitado por la oscuridad del pensamiento suicida. Hoy más que nunca, urge hablar del suicidio con responsabilidad, compasión y conocimiento.

El suicidio no es una patología en sí misma, sino un desenlace trágico que puede surgir en el contexto de múltiples trastornos mentales:

  • Depresión mayor.
  • Trastorno bipolar.
  • Esquizofrenia.
  • Trastorno de personalidad límite.
  • Trastorno por consumo de sustancias.
  • Trastornos de ansiedad graves.

A menudo, el suicidio aparece como una manifestación del agotamiento psíquico, cuando la persona percibe que ya no hay salida o recursos internos para lidiar con su malestar.

Síntomas que no debemos ignorar. Aunque cada historia es única, existen señales de alerta comunes:

  • Aislamiento social progresivo.
  • Comentarios como “ya no valgo nada” o “quisiera dormir para siempre”.
  • Cambios bruscos en el estado de ánimo.
  • Desesperanza persistente.
  • Regalos o despedidas inesperadas.
  • Abandono de responsabilidades o higiene.
  • Búsqueda de métodos para autolesionarse.

Reconocer estos signos a tiempo puede salvar vidas.

El suicidio tiene correlatos en el cerebro. Estudios recientes muestran alteraciones en áreas como: La amígdala, asociada al procesamiento del miedo; el córtex prefrontal, relacionado con la toma de decisiones, además el sistema serotoninérgico, vinculado al estado de ánimo y al control de impulsos

Asimismo, niveles bajos de serotonina y disfunciones en la neuroplasticidad cerebral se han identificado en personas con ideación suicida, especialmente en pacientes con depresión resistente.

Técnicas como el EEG cuantitativo, la neuroimagen funcional (fMRI) y biomarcadores moleculares están ayudando a entender mejor la predisposición biológica al suicidio, y a personalizar el tratamiento.

El suicidio no solo afecta a quien lo vive, sino a todo su entorno:

  • En el trabajo: disminuye la productividad y crea climas laborales cargados de culpa y ansiedad.
  • En la familia: deja secuelas de duelo complicado, trauma y preguntas sin respuesta.
  • En la sociedad: alimenta el estigma, la desinformación y el miedo.

El duelo por suicidio es una forma de dolor silenciado, y quienes lo viven muchas veces no se atreven a pedir ayuda.

Aunque el suicidio puede ocurrir a cualquier edad o género, existen grupos de mayor riesgo:

Mujeres:

  • Intentan suicidarse más frecuentemente.
  • Mayor asociación con trastornos afectivos.
  • Uso de métodos menos letales.

Hombres:

  • Mayor tasa de suicidio consumado.
  • Menor búsqueda de ayuda.
  • Asociado con abuso de sustancias, impulsividad y rigidez emocional.

Niños y adolescentes:

  • Creciente incidencia en edades cada vez más tempranas.
  • Influencia de bullying, redes sociales, trauma familiar.
  • Aumento preocupante del “suicidio silencioso” (depresión sin diagnóstico).

Lamentablemente en América Latina, los suicidios aumentaron un 17% tras la pandemia.

Estudios como el de Reif-Leonhard (2024) evidencian que las crisis económicas y sociales están correlacionadas con el aumento de suicidios, especialmente en hombres mayores de 40 años.

Recursos disponibles y estrategias efectivas:

  1. Hablar sin miedo: el suicidio no se provoca por hablar de él. Al contrario, nombrarlo permite intervenir.
  2. Buscar ayuda profesional: psiquiatras, psicólogos y terapeutas familiares pueden ofrecer contención y tratamiento.
  3. Crear redes de apoyo reales: familia, comunidad, trabajo, iglesias, escuelas.
  4. Incorporar la prevención del suicidio en campañas de salud pública y empresas privadas, sobre todo educación emocional desde la infancia.

No esperes que el dolor te arrebate lo más valioso: tu vida o la vida de un familiar.

Hablar de tus problemas y miedos (vaciarte emocionalmente) no te hace débil. Callar por miedo no es ser fuerte.

Ser valiente es pedir ayuda a tiempo, antes de que el silencio se convierta en tragedia.

Recuerda: La salud mental no es un lujo. Es el motor de tu bienestar, tus vínculos y tus sueños. Si tú o alguien que conoces está en riesgo, no dudes en buscar ayuda. Hay salida. Hay esperanza. Hay vida.

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