Carlos Manuel Estrella
La proliferación y penetración de las redes sociales, que democratizan el acceso a los medios masivos de comunicación, se han convertido en un peligro latente contra los fundamentos del periodismo puro y constituyen una amenaza permanente a la honra y reputación de las personas, incluyendo los difuntos.
En ocasión de la publicación de documentos desclasificados del gobierno de Estados Unidos, con el ascenso de su presidente Donald Trump, se han develado informes de organismos de inteligencia estadounidenses sobre sucesos ocurridos en en el país antes y después de la muerte de Rafael Leonidas Trujillo.
Con publicaciones sesgadas y datos manipulados con intención malsana, se ha pretendido desmeritar la imagen de uno de los principales tiranicidas e impulsores de las acciones del 30 de mayo de 1961 que terminaron con la vida de Trujillo, que fue Antonio de la Maza, declarado con justicia héroe nacional.
El manejo sin rigor de datos de esos informes indica que se les da valor de verdad absoluta, pese a haberse comprobado que documentos sobre otros episodios que involucran a Estados Unidos, por ejemplo, sobre supuestas armas de destrucción masiva e invasión a Irak, han sido admitidos como mentirosos.
La fuente que sirvió de base a lo publicado como verdad absoluta para tratar de ensuciar post mortem la imagen de De la Maza es un reconocido esbirro y torturador de la Era de Trujillo, Clodoveo Ortiz, identificado por su apellido en los informes, quien fue reclamado en extradición tras la muerte de Trujillo.
Esos dos detalles destruyen el intento de deshonra y, un tercero, resulta aún más inverosímil al atribuirle arranque sexual a De la Maza para abusar de una dama a pocas horas del matar a Trujillo, en momentos de atención médica a otro de los héroes herido en magnicidio. Es ilógico e improbable, contranatura.
