
Cuando el trabajo, que debería ser fuente de crecimiento y estabilidad, se convierte en un espacio de miedo, humillación y desgaste, no estamos ante un simple problema de carácter, sino frente a una combinación peligrosa de factores psicosociales que afectan el cerebro, la salud mental y el futuro laboral de la persona.
El bullying / mobbingno solo destruye carreras: altera el cerebro, dispara trastornos mentales y erosiona la productividad organizacional. La buena noticia: se puede prevenir con liderazgo responsable y atención clínica oportuna.
Como médico psiquiatra con formación en neuropsicología clínica, terapia familiar y alta gerencia, veo cada vez más un mismo patrón en consulta: profesionales que llegan con insomnio, ansiedad (ataque de pánico antes de ir al trabajo, sensación de “nudo en el estómago” al ver el nombre del jefe en el celular), sintomatología somática (palpitaciones, cefalea, problemas gastrointestinales, trastornos tiroideos) llanto al pensar en “el trabajo”. Pérdida de confianza profesional y autopercepción de “inutilidad”, deterioro familiar (irritabilidad en la casa, aislamiento) y una frase repetida: “Doctor, el problema es el ambiente laboral (maltrato del superior y la ausencia de apoyo de RRHH); siento que me están destruyendo poco a poco”.
Eso tiene nombre clínico y organizacional: mobbing o acoso laboral
Las investigaciones recientes describen el mobbing como una exposición prolongada a actos negativos, principalmente de tipo psicológico, que pueden incluir críticas desproporcionadas, humillaciones, rumores, exclusión de reuniones, sabotaje del trabajo, silenciamiento de la voz profesional o sobrecarga injustificada y puede empujar a la salida de un trabajador, en un contexto de desigualdad de poder (formal o informal).
No es un conflicto puntual ni una diferencia de opinión. Es una estrategia de desgaste.
De acuerdo con el primer estudio global sobre violencia y acoso en el trabajo, realizado por la OIT junto con Gallup y Lloyd’s Register Foundation, (2022) “más de uno de cada cinco trabajadores en el mundo ha experimentado alguna forma de violencia o acoso laboral a lo largo de su vida laboral”. No se trata de casos aislados, sino de un fenómeno estructural que afecta la salud mental, la dignidad y la economía. Es decir: el mobbing no es una rareza, es un riesgo psicosocial masivo. Y aún así, muchas víctimas no denuncian por miedo a represalias o porque sienten que “no servirá de nada”.
La OMS (2024) señala explícitamente que el acoso y el bullying son causas frecuentes de estrés laboral y problemas de salud mental. Además, hasta un 62 % de los trabajadores sanitarios ha experimentado algún tipo de violencia en el trabajo, incluyendo acoso psicológico y verbal.
Desde la neuropsiquiatría, el acoso laboral no se interpreta solo como un problema “relacional”, sino como una forma de estrés crónico interpersonal con impacto directo en el sistema nervioso:
1. Eje del estrés y respuesta de amenaza: la exposición reiterada a humillaciones, amenazas veladas, desprecio o exclusión activa de forma persistente el eje hipotálamo–hipófisis–adrenal (HHA), responsable de la respuesta al estrés. Esto conlleva:
2. Impacto en neurotransmisores: la evidencia de estudios sobre estrés laboral y acoso indica que:
3. Cambios en personalidad y funcionamiento: a medida que el bullying laboral se prolonga, las víctimas muestran cambios en rasgos de personalidad relacionados con confianza, apertura y estabilidad emocional, S Farley (2025)
Desde la consulta, lo vemos como profesionales que “ya no se reconocen a sí mismos”: antes eran proactivos y seguros; hoy se perciben torpes, inseguros y temerosos.
El mobbing laboral aumenta de forma significativa el riesgo de:
Se conoce que en algunos individuos la exposición al mobbing laboral predice problemas de salud mental incluso cinco años después.
Desde la perspectiva de la alta gerencia, el mobbing es un riesgo estratégico. La OMS (2024) estima que la ansiedad y la depresión vinculadas al trabajo —a las que el acoso contribuye de manera importante— cuestan alrededor de 1 billón de dólares anuales en productividad perdida a nivel mundial.
La violencia y el acoso en el mundo del trabajo producen:
En la actualidad las organizaciones con culturas marcadas por el bullying muestran cómo una cultura de miedo y silencio puede incluso comprometer la seguridad del servicio. Desde mi doble mirada de psiquiatra y profesional en alta gerencia, el mensaje es claro: tolerar mobbing es una mala decisión clínica y una mala decisión de negocio.
En otras palabras: la gestión del mobbing en las empresas ya no es solo un tema “ético”; es parte de las buenas prácticas de seguridad y salud en el trabajo.

En Santiago y en Santo Domingo, contar con un psiquiatra con experiencia y conocimiento en neuropsicología clínica, terapia familiar y rehabilitación neurocognitiva, y al mismo tiempo formado en alta gerencia, permite a las empresas y a los trabajadores acceder a un abordaje integral: clínico, humano y estratégico. Esta combinación de perspectivas ofrece a las familias dominicanas, así como a los profesionales y turistas que nos visitan, la posibilidad de recibir atención especializada en los momentos más cruciales, cuando el acoso laboral amenaza no solo la carrera, sino la salud y los vínculos personales.
El mobbing no es un “daño colateral” del alto rendimiento. Es un indicador claro de mala gestión, liderazgo disfuncional y riesgo para la salud.
Para el trabajador, pedir ayuda no es rendirse: es trazar una línea clara entre lo que es exigencia laboral legítima y lo que es violencia encubierta. Para la empresa, reconocer y abordar el mobbing es una decisión de responsabilidad social… y de inteligencia empresarial.
La salud mental es lo primero: sin ella, no hay carrera, ni familia, ni empresa que resista.