La irrupción del metaverso en nuestras vidas ha transformado radicalmente la forma en que interactuamos, aprendemos y trabajamos. Este espacio virtual inmersivo promete oportunidades sin precedentes, pero también plantea una serie de riesgos significativos para nuestra salud mental que deben ser abordados de manera urgente y responsable.
El metaverso ha demostrado ser una herramienta poderosa para la psicoterapia. Estudios recientes destacan cómo la realidad virtual (RV) puede ser utilizada en el tratamiento de trastornos como el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y las fobias. Investigaciones del Instituto de Psiquiatría de Londres revelaron que pacientes sometidos a exposición controlada en entornos virtuales experimentaron una reducción del 30% en los niveles de ansiedad en menos de seis semanas.
Asimismo, el metaverso ofrece espacios inclusivos donde personas con discapacidades físicas o limitaciones geográficas pueden participar plenamente en actividades sociales y laborales, fomentando un sentido de pertenencia y reduciendo el aislamiento.
Sin embargo, no todo es positivo. Casos recientes como el de un joven de 19 años en Corea del Sur, quien desarrolló un trastorno de adicción al metaverso, expusieron cómo la inmersión excesiva puede llevar al deterioro de las relaciones sociales y al abandono de responsabilidades en el mundo real. El «Metaverse Addiction Study” indicó que un 12% de los usuarios frecuentes muestran signos de dependencia similar a la adicción a los videojuegos, con consecuencias psicológicas graves como ansiedad, insomnio y depresión.
Otro problema preocupante es el ciberacoso en entornos virtuales. Un estudios recientes refieren que un 45% de los usuarios habían experimentado algún tipo de hostigamiento en plataformas de realidad virtual, lo que puede desencadenar traumas psicológicos similares a los del acoso en la vida real.
Para maximizar los beneficios del metaverso y mitigar sus riesgos, es esencial fomentar un uso responsable. Los profesionales de la salud mental debemos trabajar en conjunto con desarrolladores tecnológicos y formuladores de políticas para crear entornos seguros que promuevan el bienestar de los usuarios. La educación también juega un rol fundamental para que las personas comprendan los límites entre el mundo virtual y el real.
Como psiquíatra consideramos que los desafíos que plantea esta nueva era digital, Lleva consigo el poder ayudar a identificar los síntomas de adicción o afectación emocional derivados del uso del metaverso y proponer estrategias de manejo.
En lugares como Santiago y Punta Cana, contar con un psiquíatra disponible no solo es una necesidad para los residentes, sino también para los turistas que enfrentan emergencias que requieren atención integral para promover un equilibrio entre la salud mental y el uso de tecnologías emergentes.
El metaverso es un territorio lleno de posibilidades, pero también de peligros latentes. Como sociedad, debemos avanzar hacia un uso consciente y regulado de esta herramienta, asegurando que sus beneficios no se vean opacados por sus riesgos. La salud mental no debe ser el precio que paguemos por habitar estas nuevas realidades virtuales.
“El metaverso puede expandir nuestras posibilidades, pero nunca debe reemplazar nuestra conexión con la realidad. La clave está en usarlo sin perder de vista quiénes somos y lo que nos rodea”.