
Al cerrar el capítulo del verano, muchas personas que viven o emigran a países donde se ven todas las estaciones (invierno, primavera, etc.) pueden experimentan un malestar emocional que no siempre logran identificar: irritabilidad, fatiga persistente, baja motivación, e incluso una sensación de vacío inexplicable. No es solo la nostalgia del mar o del descanso… es algo más profundo. A esto se le conoce como “September Sadness” (tristeza de septiembre), una forma leve de trastorno afectivo estacional que afecta el bienestar emocional y cognitivo, justo al volver a la rutina.
Aunque más sutil que la depresión invernal, esta condición puede influir fuertemente en el estado de ánimo, el desempeño laboral y las relaciones familiares.
No siempre se presenta con criterios de depresión mayor, la “tristeza de septiembre” tiene una base neurobiológica clara. El retorno al estrés, la disminución de la luz solar, y la ruptura abrupta del descanso acumulado alteran neurotransmisores clave como: La serotonina, dopamina y el cortisol.
Estudios actuales en neuroimagen funcional (fMRI) y electroencefalografía (EEG) han demostrado cómo estos cambios afectan regiones cerebrales como la corteza prefrontal y el sistema límbico, responsables de la regulación emocional.
Síntomas más communes:
El “September Sadness” no discrimina, pero ciertos grupos son más vulnerables:
En mujeres:
En hombres:
En adolescentes:
En niños:
Este fenómeno puede provocar bajones de productividad, aumento del ausentismo, conflictos interpersonales, y una mayor propensión al agotamiento emocional (burnout). Las familias también lo sienten: padres menos disponibles emocionalmente, niños más exigentes, y rutinas que abruman en lugar de organizar.

La disregulación neurovegetativa, especialmente en personas con antecedentes de trastornos del estado de ánimo, puede amplificarse en esta etapa. Las alteraciones en el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA) aumentan el cortisol, reducen la calidad del sueño y afectan la memoria emocional. Esta cascada fisiológica agrava los síntomas y dificulta la adaptación al nuevo ritmo.
Un estudio de la Universidad de Harvard (2023) mostró que el 61% de los trabajadores reportan síntomas emocionales negativos al volver de vacaciones prolongadas.
En América Latina, el 48% de los adolescentes presentan signos de anhedonia leve o irritabilidad al inicio del año escolar.
La OMS alerta que el retorno abrupto a la rutina puede ser un disparador de recaídas en pacientes con antecedentes depresivos.
Para poder mitigar los efectos de “September Sadness”:
En Santiago y en Santo Domingo contar con un psiquiatra con experiencia y visión integral permite a las familias dominicanas, así como a los turistas que nos visitan, acceder a un tratamiento especializado en los momentos más cruciales. La salud mental no debe ser un lujo, sino una prioridad.
Volver a la rutina no debería sentirse como perderse a uno mismo.
La salud mental también se previene. Y septiembre, con todo su peso emocional, puede ser el momento perfecto para escucharte, pausar y sanar. Buscar ayuda no es un signo de debilidad. Es el primer acto valiente de amor propio.