A tan solo 12 días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Donald Trump afrontó la noche del jueves la que podría haber sido su última oportunidad para alterar el curso de una contienda que se le ha puesto muy cuesta arriba y lo hizo con una actitud radicalmente distinta a la que exhibió en el primer debate contra Joe Biden.
El presidente desplegó su versión más comedida y respetuosa con las reglas del juego para tratar de frenar la sangría de votos que amenazan con convertirle en una anomalía histórica de un solo mandato. Es muy cuestionable, sin embargo, que lo consiguiera porque se encontró con un Biden muy sólido, que nunca perdió los nervios y supo contratacar con acierto para mantener su estatus de favorito en esta recta final de la campaña.