La valoración de las rendiciones de cuentas presidenciales, por mandato constitucional cada 27 de febrero, es positiva o negativa según el cristal de mira opositora o gobiernista, y se torna retador evaluarla desde ángulo distinto en busca de objetividad periodística, no obstante, Luis Abinader cumplió la tarea.
Rendir cuentas es pasar balance al trabajo del año anterior, en base a la memoria de los ministerios que acompañan al Poder Ejecutivo en la función pública, pero en la tradición nativa el discurso presidencial es cúmulo de logros más allá del año y promesas de obras y acciones futuras en derroche positivo.
En su discurso de 145 minutos, Abinader resaltó los éxitos en crecimiento económico, creación empleos, disminución pobreza, construcción hospitales, entrega obras, auge turístico con nuevos polos, logros en agropecuaria, energía, medioambiente, freno a la repostulación y combate a corrupción administrativa.
En líneas generales, el mandatario hizo la tarea y cumplió el mandato del artículo constitucional 128.2.f, sin dejar de aprovecharse de logros de este 2025 e insuflar optimismo en la población, como debe ser en la primera figura del Estado, de suerte que el futuro se vislumbre positivo y de mejoras para la gente. Abinader enfatizó en la parte emotiva de sus palabras y fue vehemente en ratificar su firme voluntad de no abusar del cargo, en uso del autoritarismo histórico nacional, por lo que la reforma constitucional que empujó resalta como un logro extraño que le ubica en sitial de atípico político que se limitó el poder.
La quinta rendición de cuentas de Abinader, pese a críticas opositoras entendibles, es un llamado al optimismo de cara al futuro, a preservar lo logrado hasta ahora, a cuidar la estabilidad macroeconómica, el turismo, distribuir mejor la riqueza y el crecimiento para que esa bonanza impacte a los más vulnerables.